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domingo, 22 de enero de 2012

CONSECUENCIAS DE LAS CONSECUENCIAS



La información que transmiten los medios de comunicación referente a los accidentes de tráfico suele ser del tipo: “A habido un accidente en tal carretera debido a tales factores en el que se han visto involucrados tantos vehículos y que ha causado tantas víctimas como consecuencia”. La sociedad está acostumbrada a recibir este tipo de noticia, y si no sucede en su entorno no le presta la suficiente atención y la olvida con rapidez.

¿Pero que pasa si se analizan las consecuencias de las consecuencias, es decir, lo que supone cada lesión o fallecimiento de las víctimas de un accidente?, ¿ayudaría a concienciar más a la gente sobre la importancia de un correcto comportamiento en la conducción?

Vamos a comenzar por el mejor de los casos: cuando las personas involucradas en el accidente resultan ilesas o heridas levemente. El daño producido (a parte del disgusto de la persona que ha causado el accidente, y el enfado y susto de las demás personas involucradas) es por lo general económico y material: daños en el propio vehículo y en los elementos de la carretera (biondas dobladas, señales caídas…). Después, todo sigue su curso con normalidad; como mucho, la persona causante del accidente sale sancionada y el resto de las personas involucradas, compensadas por el daño sufrido.

La cosa cambia mucho cuando las víctimas del accidente pasan a ser heridos de gravedad. Lógicamente, se repiten las consecuencias económicas del caso anterior multiplicadas por el grado de gravedad, ¿pero resultan suficientes las sanciones o compensaciones que corresponden?

Tomemos como ejemplo el caso de una persona que debido a un accidente se queda parapléjica. Su consecuencia va a ser quedarse inválida para el resto de su vida, ¿pero que es lo que supone esta invalidez? Supone lo siguiente: la pérdida de la movilidad y la sensibilidad, espasticidad, problemas respiratorios, urinarios, digestivos, cutáneos…, alteraciones en la sexualidad, la paternidad y maternidad, el dolor y por supuesto la ruptura con el estilo de vida anterior al no poder hacer actividades cotidianas que se realizaban antes (o el poder hacerlas pero no con las mismas facilidades). Esta claro que el daño causado no se puede remediar económicamente y debemos tener en cuenta que no sólo lo sufren las víctimas, si no también los familiares, amigos, pareja etc.

Imaginemos que el causante del accidente en este ejemplo, es el padre de la víctima que conducía bajo los efectos del alcohol. Él resulta ileso. ¿Cómo viviríamos con ese sentimiento el resto de nuestras vidas?, ¿Cómo contaríamos a nuestra mujer que hemos dejado a nuestro hijo en silla de ruedas para el resto de su vida?

Por último, supongamos un accidente con víctimas mortales. Cruelmente, resultaría más sencillo que el caso anterior en cuanto a afectación a la víctima se refiere, ya que esta no sufriría las consecuencias del accidente el resto de su vida. ¿Pero existe manera de compensar la pérdida humana? Económicamente, en España el valor de la vida de una persona es de 1.400.000 € (uno de los valores más bajos de Europa), ¿pero moralmente?, ¿y si el accidente no lo ha causado el fallecido, si no una tercera persona, como se sentiría esa persona al saber que ha arrebatado la libertad de vida a otra por un mal comportamiento propio?, ¿y si la víctima ni siquiera estaba involucrada en el accidente, pero paró para prestar ayuda y fue arrollada por otro vehículo? Esos son daños que nunca se podrán curar.

Seguramente, al leer esto, habremos reflexionado brevemente de manera automática sobre las consecuencias de las consecuencias de un accidente. Pues debemos de saber que no solo se trata de un accidente: en el mundo por accidentes de tráfico, al año mueren 1.300.000 personas y 40.000.000 resultan heridas, de las cuales 5.000.000 quedan discapacitadas.

viernes, 13 de enero de 2012

PEATONES TECNOLOGICOS

En Nueva York están a punto de no dejar cruzar la calle mientras hablas por el móvi, el riesgo de tener un accidente aumenta en un 40 %.
La Seguridad Vial en el espacio urbano cobra cada dia mas importancia,de acuerdo con ello, según el Barómetro de Opinión para la Seguridad Vial en su informe 2009, el 85,2% de los españoles manifiesta estar muy preocupado o bastante preocupado por el tema. Una preocupación que se sitúa por detrás del paro,la inseguridad ciudadana y el terrorismo.
En relación con tales accidentes, cuando pensamos en víctimas graves y, sobre todo mortales, el común de los ciudadanos lo hacemos con la imagen de los terribles accidentes que, desgraciadamente, se producen en el día a día de las carreteras españolas y, de manera singular, los fines de semana y determinadas fechas del año. Ello por más que, tal y como conocemos todos los aquí presentes, en los últimos años se está registrando una importante disminución.
Pues bien, siendo cierto que la mayoría de víctimas mortales se produce en carretera, también lo es que un número importante de estos fallecimientos se registra en las zonas urbanas. Así, de acuerdo al Anuario Estadístico de 2009, de la DGT, de un total de 2.814 muertes producidas en accidentes de tráfico, 2.130 tuvieron lugar en la carretera y 684 en las zonas urbanas.
Si hablamos de víctimas de accidentes de tráfico, el número total de víctimas en nuestro país, en 2009, fue de 127.680. De ellas, resultaron accidentados en carretera 65.058 y 62.622 en zona urbana. En fin, centrándonos más en el objeto de esta jornada, en lo que se refiere a los peatones, de un total de 10.889 víctimas, 9.640 se accidentaron en zonas urbanas, y el resto en carreteras y travesías. Con motivo de estos accidentes se ocasionaron 470 muertes, de las que 269 tuvieron lugar en las mencionadas zonas urbanas.

Consultar la del 2010
Estos datos, por sí sólo reclaman el que la Seguridad Vial en el espacio urbano sea objeto de atención relevante de los poderes públicos y, desde luego, de una sociedad que, en su quehacer cotidiano, no acaba de tener presente los riesgos que conllevan los desplazamientos peatonales en nuestros pueblos y ciudades.
En este sentido, es necesario recordar que, en estos accidentes, juega un importante papel la imprudencia del peatón al no utilizar los pasos semafóricos y de cebra, al cruzar de manera antirreglamentaria la calzada, al estar situado o marchar indebidamente por el arcén, al subir o bajar sin atención del vehículo, etc. No se puede obviar que, además de estos comportamientos antirreglamentarios, esos accidentes de tráfico se producen, también, por un exceso de confianza en los previsibles comportamientos de los conductores.
Por otro lado, somos conocedores de los riesgos que conllevan nuevos modelos de transitar y pasear por la ciudad como, por ejemplo, el de esa nueva tipología de habitante de la ciudad al que se ha denominado “peatón tecnológico” que vemos en nuestras calles disfrutando y abstraído (lo que puede resultar muy grave) con su radio, MP3, teléfono móvil, etc. lo que hace que aumente aproximadamente un 40% el riesgo de tener un accidente en el viario público.

En Nueva York están a punto de no dejar cruzar la calle mientras hablas por el móvil. O mientras escuchas algo en el ipod, o mientras miras la tele, o lo que sea. No quieren que los peatones se distraigan cuando tienen que cruzar la calle, que los atropellos van que vuelan y se han cansado ya de marcar en las estadísticas esa casilla que dice “otro peatón que no miró a su alrededor”.
Y como este tipo de cuestiones las regulan por ordenanzas municipales, en la ciudad que nunca duerme ya prevén para los infractores citaciones judiciales y sanciones de 100 dólares con que sufragar campañas de concienciación sobre el problema de las distracciones de los peatones.
Hasta aquí, la noticia, y a partir de aquí, el debate. Una cosa es que el peatón sea el eslabón más débil de la cadena del tráfico, y otra muy diferente es que al peatón se le vaya la olla por completo y cruce sin mirar ni preocuparse de si viene un coche, como diciendo: “ya se apartarán”.
Antes que conductores, todos somos peatones, y sabido es que la zona de incertidumbre que rodea al peatón, ese área en la que no sabemos por dónde se le ocurrirá moverse, es completamente circular alrededor del viandante, y hasta esférica para aquellos que van dando saltos mientras caminan por la calle como si el mundo entero fuese un txikipark, que también los hay.
En consecuencia, el conductor debe prever esa aleatoriedad de los movimientos del peatón, moderar la velocidad hasta la detención si es necesario y estar muy atento a lo que hace el peatón. A modo de pauta, yo siempre explico a mis alumnos que deben buscar al peatón, y no esperar a que les salte sobre el capó del coche. Si como conductores buscamos al peatón con la mirada, casi ninguno de los movimientos que realice nos pillará por sorpresa.
Sin embargo, también es obligación del peatón estar al tanto de lo que sucede a su alrededor, y no cruzar por lugares indebidos o peligrosos, y mucho menos sin prestar atención al tráfico. Encerrarse en una burbuja cuando uno va por la calle, y llevar puestos unos cascos o ir pendiente de la pantalla del móvil o de la conversación que mantenemos equivale a eso mismo, es un error que puede pagar caro el peatón… y de rebote el conductor.